Salve Regina
No se sabe á punto fijo quien la compuso: parece muy probable que fué un monje de san Benito muy devoto de la Virgen, que agradecido á la sabiduría que esta Señora le habia alcanzado de Dios, la obsequió con esta oracion adoptada por la misma Iglesia, hasta en el Oficio divino. En efecto, grandes son los elogios que en la Salve Regina tributamos á María. La llamamos Reina, pues lo es de cielos y tierra, de los Angeles y Santos de los hombres y Espíritus bienaventurados. Es madre de Dios, y con esto queda dicho cuanto puede decirse de su excelso poderío, pues ¿qué no podrá para con Dios, la que el Eterno Padre adoptó por Hija, la que el Verbo Divino escogió por Madre, y la que el Espíritu Santo atavió como á Esposa muy regalada? Es tambíen madre nuestra; pues nos la dió por Madre su santísimo Hijo desde el árbol de la cruz, poco antes de espirar: y tambien con esto se dice cuanto hay que decir acerca del amor que nos profesa, y de lo que debemos esperar de su poderosa meditacion. Porque ¿qué no hará tan cariñosa y tierna Madre por unos hijos, que Jesús le encomendó tan eficazmente, estando para morir? Fundados los santos Padres en estos principios, le atribuyeron un poder omnipotente, no absoluto, sino suplicante, y la llaman nuestra Medianera para con el divino Mediador. Los fieles verdaderos la han mirado siempre como á su Madre querida, y como camino seguro que conduce á Jesucristo y de Jesucristo á Dios. Hasta em los nombres han querido expresar estos mismos sentimientos, no pronunciando apenas el dulcísimo nombre de Jesús, sin añadir el de María: de modo que estos dos nombres Jesús y María no vienen á formar en la boca de los cristianos fervorosos, sino un solo nombre que les recuerda la paz y la reconciliacion que se verificó entre Dios y los hombres, en virtud de la Redencion de Jesús y por la intercesion de María que se compadeció de nuestras miserias y por este motivo la llamamos Madre de misericordia.
Vida, simbolizada por aquel árbol que puso Dios en el paraíso: pues así como el fruto de aquel árbol inmortalizaba al que comia él, así los que tengan ahora la felicidad de recibir con la debida disposicion á Jesús, fruto bendito de su vientre en la sagrada Comunion, no morirán eternamente, como nos enseña el santo Evangelio. Es vida tambien porque alcanza gracia á los pecadores, perseverancia á los justos, y alivio á las Almas del Purgatorio.
Dulzura: pues como vid frondosa y abudante nos produjo á Jesús, botrus cypri, aquel precioso racimo que exprimido en la prensa de su pasion y muerte, nos dió el vino suave y generoso de la gracia y devocion de su divina Madre, María.
Esperanza nuestra. ¿Qué seria de una nave, por bella y fuerte que pareciese, sin la áncora que en una deshecha tempestad el piloto echa en el mar? Se hundiria ciertamente en el abismo. ¿Y qué seria de nuestra alma fluctuando en el mar proceloso de este mundo, sin la áncora firme de la devocion á la Virgen? ¡Ay! juguete de furiosas y encontradas pasiones, iria á pique sin duda, ó se estrellaria contra los escollos de tantos peligros: mas valiéndonos de la devocion á María, podemos esperar, y si nos conducimos como debemos, no saldrán frustradas nuestras esperanzas.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva. Hijos de una Madre prevaricadora, ¿á dónde acudiremos sino al amparo de esta Eva dichosa que ha trocado en vida la triste muerte que nos dió la primera Eva pecando en el paraíso?
A ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. De cuantos nombres se dan al mundo; ninguno le cuadra mejor, que el valle de lágrimas; pues lo es en efecto. Si á las calamidades generales añadimos las particulares de cada reino, provincia y ciudad, si descendemos luego á las famílias, y á los males que afligen á cada indivíduo de ellas; hallaremos tantos infortunios, desgracias, enfermedades y muertes; que unos males alcanzan á outros, y por un mezquino gusto hay mil sinsabores amarguísimos que nos hacen derramar copiosas lágrimas. No pudiendo pues librarnos de tantos males, ¿qué outro recurso nos queda, sino invocar á María, Madre de misericordia, seguros de que nos asistirá en nuestras necesidades, siendo la consoladora de cuantos afligidos claman y suspíran á ella de corazon?
Ea, pues, Señora abogada nuestra. Sí; María es nuestra Abogada, que intercede por nosotros para con el mismo Juez que nos ha de juzgar. Presentémosle sin temor nuestros memoriales; para que los recomiende. Pero imitemos las virtudes de esta santísima Abogada nuestra, y llevemos una vida conforme á la ley santa de Dios; pues ¿cómo osaria esperar ser protegido de la Madre, quien renovase con sus pecados la pasion y los tormentos del Hijo, que tantos dolores causaron á la Madre?
Vuelve á nosotros esos tus ojos misericordiosos. ¡Y qué dicha, si logramos ser mirados de esta buena Madre con ojos de piedad y de clemencia! Nos socorrerá indudablemente; que María jamás abandona á los que de veras la invocan. Representémosle, pues, con fervor y humildad nuestras tribulaciones, y ella nos mirará con ojos propicios.
Y despues de este destierro, muéstranos á Jesús fruto bendito de tu vientre. Moriremos, es verdad; compareceremos ante el trono del divino Juez: pero como es Jesús, Hijo de María, la suplicamos que nos acompañe á la presencia del Fruto bendito de su vientre, el cual viendo que su Madre aboga por nosotros, no podrá ménos de atenderla y de pronunciar sobre nosotros una sentencia favorable.
¡O Clementísima! ¡qué titulo tan consolador, y con cuanta propiedad le cuadra á la Virgen! Ella es la que calma el rigor de la divina Justicia, y hace que seamos tratados con indulgencia. Su clemencia es tan grande que supera sin comparacion á la de todos los emperadores, reyes, príncipes y madres del universo.
¡O piedosa! ¡Hé aqui outro titulo de los más honoríficos de María, que se distingue de todas las criaturas por su piedad! ¡Ojalá supiésemos, cuando rezamos, imitarla en esta virtud de la piedad! Entonces sí, que mereceriamos su amor y proteccion.
¡O dulce Virgen María! Sí; dulce, más que panal de rica miel: pues formando de las bellas y odoríferas flores de sus virtudes un dulcísimo panal que encanta al mismo Dios, mereció ser hecha Madre del Verbo divino. Y como esta prerogativa es la mayor que puede darse á una criatura, á fin de interesarla más y más en lo que la pedimos, damos fin á la Salve Regina invocándola con estas jaculatorias: Ruega etc., esto es, que despues de habernos alcanzado de su querido Hijo Jesucristo su amistad y gracia en vida, nos alcance una buena muerte para poder en el empíreo alabar al Hijo y á la Madre eternamente.
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Fonte: “Tesoro del Catequista - ó Explanacion de la Doctrina Cristiana, sacada en gran parte de la que Compuso de órdem del Papa Clemente VIII el P. Roberto Belarmino de la Compañia de Jesús y Cardenal de la Santa Iglesia, arreglada, añadida é ilustrada con ejemplos, por el P. José Mach, S.J.”, Parte Segunda, Cap. Tercero, pp. 246-249. Quinta Edicion, Imprenta de Francisco Rosal, Barcelona, 1891.
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