Hé aqui outro jóvem preservado del inferno por la virtud del mismo Escapulario. Refiere san Alfonso Ligorio que un sacerdote, compañero de los trabajos y viajes del Santo, se allaba en una iglesia confesando, cuando vió pasar á un jóven, que si bien no daba señal alguna de piedad, no obstante anunciaba su semblante desfigurado algun combate interior en el alma. Penetrando el misionero la causa, levántase del confesonario, se le acerca y le pregunta si quiere confesarse. “Señor, yo bien quisiera, contestó el jóven, pero la confesion será muy larga; ¿podria V. oirme en un lugar retirado? Cuando estuvieron solos, hablóle el jóven en estos términos: padre, yo soy noble y extranjero, pero reo de tantos crimenes, que jamás me persuadiré que pueda yo alcanzar misericordia de Dios. Sin hablar á V. de asesinatos é infamias de todo género, de que soy culpable, diré á V. que desesperando de mi salvacion me entregué á todos los crimenes, más por ultrajar á Dios y satisfacer el odio que le he concebido, que por satisfacer mais pasiones. Llevaba un Crucifijo al cuello, y por desprecio lo arrojé léjos de mí. Esta mañana misma… me horroriza el decirlo á V…. queriendo cometer el más horrible sacrilegio, he comulgado con el infame proyecto de pisotear la Hostia consagrada…. Iba ya á ejecutar mi designio… pero la presencia de algumas personas me lo han impedido…. Héla aqui, padre mio…. Tólela V.; quizá seria aun capaz de cometer tanta maldad. Al pasar delante de esta iglesia, un movimiento interior casi irresistible me han heco entrar en el templo, á pesar de mi indignidad. Al acercarme al confesonario, me temblaban las rodillas y mi corazon desfallecia: el horror de mí mismo, el terror de un Dios vengador me dejaba sin esperanza; llegué hasta el punto de querer salir, pero me sentia como detenido por una mano invisible, cuando V. se ha acercado á mí. Padre, aquí me tiene V. á sus piés, parece un sueño que yo me confiese…. tan admirado estoy de lo que veo. – ¿De dónde puede venirle á V. la gracia que le ha conducido á mais piés, dijole entonces el Misionero? ¿Ha hecho V. alguna obra buena ó práctica de piedad? ¿Ha ofrecido V. á Dios algun beneficio, ó dirigido alguna súplica á la Virgen santísima? – ¿Yo, sacrificios? ¿Yo, oraciones? se equivoca V. Padre mio, ¡Cómo! ¿estando yo sin esperanza, y teniendo ya un pié en el inferno, me atreveria yo á levantar los ojos á la Virgen? – Vamos, reflexiónelo V. un momento. – ¡Ay! padre, llevando la mano al pecho: hé aquí todo lo que he conservado; este Escapulario. – ¡Ah! hijo, exclamó el misionero enternecido; ¿lo ve V.! La santísima Virgen le ha obtenido á V. esta gracia. Esta iglesia le está consagrada”. Al oir estas palabras, el jóven se deshace en lágrimas, comienza á referir la historia de su vida criminal, y creciendo siempre el dolor interrumpido por hondos suspiros, cayó sin sentidos á los piés del confesor… Mas en fin, vuelto en sí, acabó la confesion, recibió la absolucion con vivos sentimientos de arrepentimiento, acercóse con gran fervor á la sagrada Eucaristia, y permitió á su confesor que publicase por todas partes la gran misericordia que Dios habia usado con él, por la intercesion de María santísima.
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Fonte: “Tesoro del Catequista - ó Explanacion de la Doctrina Cristiana, sacada en gran parte de la que Compuso de órdem del Papa Clemente VIII el P. Roberto Belarmino de la Compañia de Jesús y Cardenal de la Santa Iglesia, arreglada, añadida é ilustrada con ejemplos, por el P. José Mach, S.J.”, Parte Segunda, Cap. Tercero, pp. 255-256. Quinta Edicion, Imprenta de Francisco Rosal, Barcelona, 1891.
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