No es pues extraño que los Santos encontrasen sumo placer en rezarla. Tenia el venerable Tomás de Kempis una singular devocion al Ave María; la rezaba á menudo, y siempre con los más vivos trasportes de amor; hé aqui con qué uncion habia él parafraseado esta hermosa oracion:1
“A Vos me acercaré, oh María, con respeto, devocion y humilde confianza, siempre que se trate de ofreceros la salutacion angélica. Os la ofrezco, pues, con la cabeza inclinada por respeto á vuestra sagrada persona, tendidos los brazos por un sentimiento de devocion, y quisiera que todos los Espiritus celestiales la repitiesen por mí cien mil veces cada dia, y aun más á menudo. Nada conozco más glorioso para Vos, ni más consolador para nosotros. Escúchenme y estén atentos cuantos aman vuestro santo nombre. Los cielos se alegran, y toda la tierra debe estar en plácida admiracion, cuando digo, Dios te salve, María. Huye el demonio, y tiembla la tierra cuando repito, Dios te salve, María. La tristeza desaparece, y un gozo del todo nuevo inunda mi alma, cuando digo, Dios te salve, María. Mi amor lánguido se reanima y mi alma se renueva eternamente cuando repito, Dios te salve, María. Auméntase mi devocion, excítase en mí la compuncion, fortificase mi esperanza y siento inefable consuelo diciendo, Dios te salve, María. Es tal la dulzura de esta salutacion, que no hay términos capaces de expresarla: está demasiado grabada en mi corazon pa que las palavras puedan manifestarla exteriormente. Me postro, pues de nuevo delante de Vos, ó la más Santa de las virgenes, para deciros, Dios te salve, María, llena eres de gracia. ¡Quién me diera satisfacer los deseos que tengo de honraros con todas las potencias de mi alma! ¡Ojalá todos los miembros de mi cuerpo se cambiaran en lenguas, para alabaros de mil modos diferentes! ¡Ojalá todas mis palabras fuesen palabras de fuego, para glorificaros sin cesar, oh Santa Madre de Dios! Postrado en vuestra presencia, penetrado de una sincera devocion y enteramente lleno de las delicias inefables de vuestro santo nombre, os presento el gozo que os causó la salutacion que os dirigió un dia el Arcángel san Gabriel. ¡Ojalá supiese yo repetir con una boca tan pura como él y con un afecto ardentísimo, Dios te salve, María, llena eres de gracia”.
– ¡Qué admirables sentimientos! ¡Oh! ¡Qué gracias obtendríamos nosostros por la intercesion de esta divina Madre, si rezásemos, todos los dias, esta bellísima oracion con el corazon lleno de devocion, de confianza, y de amor!2
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1. “Tesoro del Catequista - ó Explanacion de la Doctrina Cristiana, sacada en gran parte de la que Compuso de órdem del Papa Clemente VIII el P. Roberto Belarmino de la Compañia de Jesús y Cardenal de la Santa Iglesia, arreglada, añadida é ilustrada con ejemplos, por el P. José Mach, S.J.”, Parte Segunda, Cap. Tercero, pp. 235-236. Quinta Edicion, Imprenta de Francisco Rosal, Barcelona, 1891.
2. Esplic. del Catec. de Mans.
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